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La tortuga en su caparazón.


Perros muriéndose de hambre,

viejos trabajando en la construcción,

terremotos, tsunamis,

incendios.


¿Quién gana sintiendo pena

por las calamidades ajenas?

El llanto, los sollozos,

el minuto de silencio

que el finado no escuchara.


Son inútiles.


El pasado, las fiestas,

los paseos, los juegos,

los recuerdos.

Ella.


Son la botella que quebré contra la pared anoche.

Los huevos que quebré para desayunar.

El agua que se fue por el excusado.

Ya fueron y ya está.


Es estúpido sentir pena

por cosas tan insignificantes.


Y yo no soy un estúpido.

Yo no soy un debilucho,

enclenque y frágil niño perdido

entre las sabanas de su cama.

Mucho menos una victima

dando su triste testimonio.


Que tus ojos no te engañen,

estas no son lágrimas.

 

Un aviso. No me confundan a mí, el autor, con el hablante lirico de estos poemas. Yo soy el hombre MÁS humilde del mundo.

-Leonardo Guerrero

 

Injurias de un Arrogante

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