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Vayamos a la playa.

Gran dama azul,

temida y amada por muchos,

cada vez que te vengo a ver

me seduces con tu baile incesante.


Con tu vaivén que va de día

y viene de noche,

igual que el frío que soportamos los solitarios.


Conoces nuestra miseria.

No te hagas la tonta,

no es necesario,

no puedo guardarte rencor.


Sería una hipocresía hacerlo

mientras contemplo, a diario, la idea

de bailar contigo de una vez por todas

y para siempre.


Que fácil seria

dejar que me abrigaras

hasta el fin de los tiempos,

hasta que me vea incapaz de seguir

el compás de tu danza eterna e improvisada.


No, no puedo odiarte

por ofrecerme tal placer.

Sin embargo,

lo que haré será declinar tu oferta.


Y, lo siento en serio, pero

jamás dejaría que apagaran

el fuego en mi interior,

ni siquiera a ti

y a tus incontables caricias.


El fuego que me ha calentado todas esas noches.

El mismo que permitiré que me consuma.

Es lo mínimo que puedo hacer por él

después de todo lo que ha hecho por mí.


Así que no, hasta luego.

Confórmate con mis cenizas.

 

Un aviso. No me confundan a mí, el autor, con el hablante lirico de estos poemas. Yo soy el hombre MÁS humilde del mundo.

-Leonardo Guerrero

 

Injurias de un Arrogante.

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