Asustado de trazar una trayectoria,
decides que alguien más
lo haga por ti.
Los objetivos son la cruz
que tanto temes cargar.
Está bien, cobarde.
No lo hagas.
Nadie espero algo de ti.
Felicidades,
cumpliste tu objetivo.
No cometer equivocaciones.
¿Quién como tú?
Desconoces el fracaso
y no te importa la victoria.
Pones al triunfo tan alto,
lo más arriba posible,
para que, cuando te pregunten,
“¿Por qué no lo hiciste?”
Puedas decir,
sin temor a ser corregido,
“No podía”
“Era muy difícil”
Aun así,
tienes las pelotas de quejarte
cuando te desagrada
el sitio en el que acabaste.
Lugar que no escogiste,
al que llegaste flotando,
comandado por el viento.
Pasándole el volante
a un desconocido,
mientras te dedicabas
a disfrutar del paisaje.
Justo como tu querías.
Asume las consecuencias de tus actos.
En este caso,
ninguno.
Un aviso. No me confundan a mí, el autor, con el hablante lirico de estos poemas. Yo soy el hombre MÁS humilde del mundo.
-Leonardo Guerrero
Injurias de un Arrogante.
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